La compañera Mirna Romero, siendo muy joven –tenía 18 años– ingresó en el año 1954 como empleada a la FOGA (Federación Obrera Gráfica Argentina) que luego en 1957 pasó a ser la histórica FATI (Federación Argentina de Trabajadores de imprenta) y estuvo brindando servicios por más de 60 años, cuando se retiró en el año 2015. Sesenta años que fueron interrumpidos por la cruel dictadura militar quien la detuvo y la encarceló en 1976, de donde la llevaron esposada, desde la sede de la Federación, junto con los compañeros Enrique Marano (compañero de toda su vida; hasta la actualidad) y Lucio Castillo.
Estuvo privada de su libertad por tres largos años, alojada en la cárcel de Devoto. A Mirna le costaba hablar de esa etapa de su vida, buscaba silenciosa en su memoria esos largos años que para ella parecieron muchos más que tres.
Por ahí, en alguna charla desgranaba algunos detalles sobre lo vivido, que hoy al recordar sus palabras nos siguen conmoviendo como cuando nos relataba.
Nos contó, por ejemplo, lo duro que fue tener que dejar a su hija, de apenas 10 años, al cuidado de su abuela y su tío Rafael, ya que su compañero Enrique, también se encontraba detenido.
Vivir la angustia constante de no saber casi nada por mucho tiempo qué era de ella y la de su familia; recordemos que había un decreto que indicaba que toda correspondencia que se enviaban a las detenidas y presos políticos debían ser abierta antes para revisar qué estaba escrito y muchas veces, incluso no llegaban a sus manos; lo mismo sucedía las que ella podía escribir. Esto generaba largos lapsos de tiempo sin comunicación. Además, las visitas eran solo visuales a través de un vidrio sin poder hablar ni una palabra.
Contaba Mirna también que para ir minándolas psicológicamente implementaban la llamada “calesita”, que consistía en ir rotando de pabellones a las internas sin saber más nada de quienes iban formando los vínculos; era un suplicio no saber qué había pasado con sus compañeras y en algunos casos, llegaba a imaginar lo peor.
Todos los días eran iguales en la prisión, nos relataba Mirna, con la mirada extraviada. A la siete de la mañana de lunes a lunes, silbatos mediante las despertaban y volvían a sonar a las 7 de la tarde, hora de ir a dormir. La cena, que muchas veces era imposible siquiera probarla, se servía a las 17.30 y así todos los días.
Esto es sólo parte de un relato como para darnos una idea de lo que fueron esos tres años y sobre todo pensar y preguntarse por qué? Porqué ella, que era sólo una empleada administrativa de la Federación, por qué? Nunca tuvieron ni tendrán explicación.
Quienes conocimos a MIrna siempre encontramos en ella tratándonos de la mejor manera, casi maternal, ya sea cuando llamábamos por teléfono desde el interior o cuando solíamos visitar la Federación. Siempre estaba atenta, recibiéndonos con un “hola compañerito, cómo le va?”, con ese cariño tan especial que nos dispensaba a todos.
Peronista de ley, amante del tango e hincha de Boca… La querida Mirna fue una parte importante de nuestra institución, cumpliendo su labor diaria y podemos decir que no fue solo una empleada, fue mucho más que eso y sin dudas ya forma parte de la rica historia de la FATIDA y su figura será inolvidable para todos quienes tuvimos la suerte de conocerla y compartir.
Por eso, en este día tan especial, con la visita de tantos compañeros y compañeros, incluso del exterior, queremos rendirle este humilde pero sincero homenaje.
CABA, 1º de agosto de 2023
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